jueves, 14 de mayo de 2009

MEDITACIÓN (Artículo)

“Has pasado de ser una sutil gota de rocío para convertirte en el océano…”
- Osho


Para algunos, meditar es sinónimo de pensar; para otros, lo es de contemplar; y para unos más, la meditación es reflexionar.

La meditación rebasa a la mente racional con la que medimos el tiempo y el espacio de manera lineal. La meditación nos demuestra que entre un latido y otro –que entre una inhalación y una exhalación- existe un umbral a través del cual podemos trascender la linea de tiempo y espacio para introducirnos en las esferas de la conciencia. Esto es algo que tú puedes experimentar.

La mente y sus estructuras

Es importante establecer una clara distinción entre los límites de la mente racional y lo que se encuentra más allá de ella. Nuestra mente tiene diferentes niveles y formas de almacenar la información que recibe o que fabrica. En términos generales, lo que conocemos y que somos capaces de nombrar pertenece a un determinado marco de referencias con el que día a día convivimos y en el que el ego encuentra sus bases y su estructura. Allí están nuestros sistemas de creencias, nuestras programaciones de comportamiento social, puntos de vista y opiniones, conceptos acerca de uno mismo, del mundo y de los demás, prejuicios, intereses particulares, en fin.

El hombre ha creado sistemas de pensamiento o formas de ver el mundo para poder explicar lo que lo trasciende; sin embargo, el pensamiento lineal con el que ha elaborado dichos sistemas es tan solo un segmento de las espirales con las que la conciencia se expande de manera esférica. Por este motivo los genuinos maestros espirituales y los místicos evitan transmitir la sabiduría a través de doctrinas o sistemas, guiando a su aprendiz dentro de su propia mente con la intención de que éste descubra su funcionamiento y experimente sus múltiples niveles por medio de la paciencia y de la auto-observación, ¡aunados a un buen sentido del humor!

Concentración, contemplación y meditación

De acuerdo a las enseñanzas místicas y a los diferentes senderos de meditación y contemplación que han surgido de las tradiciones espirituales de Oriente y Occidente, podríamos decir que existen dos etapas previas a la verdadera meditación.

En primer lugar está la disciplina de la concentración, la cual implica centrar nuestra atención en un solo punto y no moverla de ahí. Lo anterior podríamos ejemplificarlo con el agua de los polos que se congela hasta formar una roca de hielo.

En segundo término tenemos a la contemplación, en la que nuestra mente y su energía comienzan a fluir en una cierta dirección, como la corriente de un río que se dirige hacia el océano.

Finalmente, con la meditación, llegamos al océano y nos fusionamos con la totalidad.

Lo maravilloso radica en caer en la cuenta de que cualquiera de los estados en los que el agua (la mente) se encuentre –sólido, líquido o gaseoso- seguirá teniendo los mismos elementos. Es por ello que el océano (la Mente Universal) no teme evaporarse con el calor del sol (la Divinidad), pues sabe que las nubes llegarán a otras tierras en las que lloverán gotas que formarán nuevos ríos que se lanzarán una vez más al mar.

El secreto, como vemos, radica en la flexibilidad y en la elasticidad de la mente; en su capacidad para crear una base firme (elemento tierra), para fluir (elemento agua), para volar (elemento aire) o para crear y transformar (elemento fuego). Debemos encontrar el equilibrio de los cuatro elementos o de estas facultades básicas centrándolas en un quinto aspecto: el “ser” o la esencia vital que cada uno de nosotros es. Este es el umbral y el punto focal de la conciencia, la palpitación de un ritmo vital: el corazón, la sede de tu esencia espiritual.

Sucede espontáneamente

La meditación, desde una perspectiva de la espiritualidad profunda, no es algo que tú debas o puedas hacer; más bien es un acontecimiento que sucede por sí mismo. Como la risa, como la paz, como el verdadero amor (compasión) o como una repentina revelación interna. Es la comprensión o la iluminación instantánea vista desde una perspectiva global en la que ambos hemisferios cerebrales se sincronizan y abandonan la dualidad (linealidad) para ofrecer al meditador al menos un vistazo rápido de la unidad infinita y eterna. Esta es la experiencia de lo sagrado o de unidad con lo Divino. El momento en el que la sincronización de hemisferios tiene lugar, el cerebro “se derrama” en el corazón otorgando al meditador una visión holográfica o integral de sí mismo, de la naturaleza y del universo.

Por un momento imagina que el horizonte desaparece de tu vista y que se convierte en un pilar de luz vertical en el cual tú te encuentras. Este pilar es el eje de tu conciencia, la cual es como una gran esfera que puede ampliarse para unirse a estados de unidad y de plenitud más amplios. ¡La meditación es un estado en el que se vive a diario!

Esta es una experiencia que todo ser humano debería de tener en su vida y que, por sus implicaciones, transformaría su visión del mundo y la manera de relacionarse con él.

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